6.09.2006

" Un Ángel de la inspiracion"



Encontrándome sentado en la penumbra de mis días, habiendo alcanzado las metas impuestas por los demás. Descubrí que me había encontrado cegado casi toda mi vida, olvidé por completo mis sueños, me había olvidado de soñar, me había olvidado de vivir, de mí…
Ya tenía 46 años, había ahorrado y comprado una casa, me había educado en la escuela y entrado a la universidad, con un gran talento para encontrarme siempre sólo y sin la compañía de alguien, tenía seguro y una pensión fructífera para el resto de lo que yo llamaba: mi futuro.
Me decidí entonces a emprender un camino en ese mismo momento, tenía más convicción que nunca, pero no conocía el origen con exactitud de esa repentina necesidad, de ese impulso tan encantador.
Caminando por la calle Ahumada, contra un mar apestado de gente, que se desplazaba sistemáticamente, que chocaba contra mí, y a la que no le interesaba yo en lo más mínimo, me decidí a continuar mi viaje sin destino como fin. No sé porqué caminaba, sólo sé que lo hacía porque lo sentía. Era la primera vez que no buscaba una excusa, una justificación para hacer algo, y me sentía completamente dichoso de aquello, por fin me sentía libre, con convicciones, siendo yo mismo, sin preguntar, sin acatar.
Para cuando me di cuenta, ya me encontraba entonces en la esquina de Ahumada con Alameda, en ese momento recordé un pasaje de mi vida, en el que estaba en la sala de clases y trabajábamos el tema de la Segunda Guerra Mundial. Había un cuadro de comparación acerca de la cantidad de muertos con que resultó cada uno de los países enfrentados, eran millones, casi comparables con la población actual de toda Inglaterra, la mayoría eran civiles que nada tenían que ver con el asunto, que morían por causa de ideologías e individualismos erróneos. En ese momento, sentí que quería escapar, gritar, llorar, y recordé que siempre fue así, que siempre quise escapar, que dentro de mí resguardaba ese vacío, esa angustia insostenible que había decidido apartar de mí, para así poder unirme a los demás, para así pasar desapercibido, y no cuestionado por mis faltas y mi rebeldía contra el sistema.
Había olvidado vivir, pensar, ser libre, amar, e incluso llorar. Ya no tenía de quién despedirme cuando salía de casa, mi madre había muerto hace años. Fue en ese momento cuando volví a mi realidad…
El semáforo para cruzar daba luz verde, y me encaminé entonces en la reanudación de mi viaje, donde se me vino a la mente una melodía en piano de Schuman (Traumerei), y junto con ésta un recuerdo de mi infancia donde era abatido por mi triste realidad de hijo y madre abandonados por un “padre” desprovisto de amor.
Pero no era eso lo que penetró más intensamente en mi mente, sino que fue mi vida por completo. Me sentía vacío, me sentía solo, de pie y rodeado de gente a la que no conocía, y que no conocería nunca, repleto de dogmas productos de un colonialismo europeo. Todos corrían para poder alcanzar y ganarle a esa luz roja, yo me sentí confuso pero no me detuve, debía seguir, en mi corazón algo me decía, me impulsaba, y continué.
Fue entonces cuando una revolución de pensamientos se enfrentó en mi mente.
Tenía ganas de gritar, no podía, estaba silenciado por mi razón. Mi corazón

lloraba a gritos desgarradores, deseaba salir, escapar, correr. No podía, no me lo

permiten, necesitaba ayuda, no sabía a quién pedírsela. Escapar, gritar, llorar,

sentir, morir, dormir, descansar, o actuar. Ya no tenía fuerzas, ya no sabía ni en

qué ni en quién creer. Todas eran mis opciones, ¿cuál elegiría, sería la correcta?,

no lo sé, ¿me convendría jugar esa carta o esperar?, ¡ayúdenme!...

No cambié al mundo, no inventé o creé una nueva tecnología, ni desarrollé un nuevo sistema de mercado, así como tampoco formé una empresa importante o una familia. No escribí un libro, ni recorrí toda Europa con sólo lo puesto, embarcándome en las miles de aventuras que mis sueños aguardaban intensamente en secreto, escondido, feliz, con esperanzas, no conocí el amor, ni entregué amor. No fui lo que soñé ser, elegí ser lo que otros esperaban de mí. No me gustó en lo que fui convirtiéndome poco a poco, ya no creía en mi poder, ya no creía en mí, era mi propio extraño. No disfruté ni un solo momento, por el contrario, esos momentos no se encuentran en mi memoria, ni los recuerdos buenos ni los malos, no existen, me encuentro vació, me parezco a un globo, que puedo ser reventado de un instante a otro, y del que no quedará registro de lo bueno y productivo que fue.
No recuerdo el aroma del pasto, ni se si es que alguna vez lo distinguí, no

recuerdo nombres ni rostros, ni fechas ni teorías de la relatividad. Me he reducido

a la nada, y ya no hay vuelta atrás.

Pero puedo ver desde lo alto mi cuerpo, y ese mar de gente rodeándolo de

comentarios. Ahora si es cuando se detienen a observarme, ya parecen no estar

apurados sino más bien desconcertados. Me hago cientos de preguntas: Si muero,

¿existirá alguien en el que permanezca mi recuerdo?, ¿alguien recordará mi

personalidad, mis esfuerzos, mi humanidad, mi sentido de la responsabilidad.

¿Alguien recordará si acaso pasé por éste mundo?. ¿Será que existen los

ángeles?, ¿podré ser uno?, ¿a qué se dedican?, ¿dónde iré?, ¿es el fin?, ¿ya

nada existe?.

Y no soy el hombre que fui, ni el que quise y soñé ser. Mi cuerpo está flagelado, y mi alma doblegada, no se podría decir que me calzasen más dogmas, ya, ni el dolor me mortifica, ni aunque sea por un minuto.
Recuerdo que mi madre me preguntaba qué quería ser cuando grande, y que yo le contestaba que sería un escritor, y de los buenos, de los que aman su trabajo y escriben de la realidad con una inspiración y un dominio de los acontecimientos históricos entrelazados junto con las emociones y el desarrollo de personajes que luchan por sus sueños, por sus visiones, por sus ideales, por sus metas, e incluso por una promesa, hablo de personajes con convicciones, que no le temen al desenlace o al final, sino que simplemente actúan. De pronto lo había olvidado, ocurrió un día que ni consigo recordar, y en ese mismo momento me convertía en contador.
Pero hoy soy algo nuevo, no consigo explicarlo. Justo cuando ese microbús se me venía encima y desde lo lejos escuchaba un eco de una aguda y palpitante bocina de auto, recordé que escribiría esta recopilación de memorias, que es lo único que ocupa mi mente cada momento de mi nuevo yo en este mundo.
Todos los días, me siento a observar y acompañar a otros que se sienten igual que yo antes de estos sucesos, para inspirarlos al escribir, y en el tiempo que me resta me dedico a volar, a flotar y sentir por las nubes, emocionándome con esa paz que ni siquiera esperé como recompensa de tantos martirios y soledad llenas de amargura. En esos momentos es cuando me reconcilio con mis sueños y mis anhelos, tal vez ya no exista o mi permanencia no tenga explicación para ciertas ideologías, ni halla dejado una huella en la tierra personalmente, o tampoco siquiera tenga quien vele mi cuerpo, pero de alguna forma inexplicable estoy aquí y tengo visión e oído de todo, me siento más vivo que nunca…

::::.. Texto de la Valeria Vasquez, como siempre tan seca!!!! ...:::